A partir de aproximadamente unos 10 kg de lana de oveja se seguía el siguiente proceso: Primero se lavaba y se secaba bien la lana, a continuación se cardaba con una carda de púas de alambre. Una vez cardada se hacían pequeños lotes de lana llamados madejas. Se colocaban estas madejas en una rueca y con un huso se iban transformando en un ovillo de hilo.
Obtenidos los ovillos, las hilanderas utilizaban telares para tejer las mantas y las colchas, después de hacer las mantas se llevaban al batán para realizar el proceso de acabado.
Estas mantas eran colocadas en la cuba del batán siendo su longitud el doble del tamaño final de la manta. El proceso de abatanamiento, en el que se elaboraban tres mantas de forma simultánea, duraba entre 24 y 30 horas. Durante el mismo se detenía el batán unas tres veces para cambiar las mantas de posición, finalizado el proceso, la manta quedaba lista para ser secada.
Los cambios socioeconómicos y consecuentemente la utilización de maquinaria automatizada abarataron el proceso de fabricación debido a la reducción del tiempo y de la mano de obra empleada.
Hasta entonces la mano de obra no tenía un gran valor, no se valoraba el tiempo que pasaba una persona trabajando, pero las cosas cambiaron, y la mano de obra comenzó a tener mucha importancia, como consecuencia el proceso de elaboración y abatanamiento manual no resultaba rentable, ya que transcurrían muchas horas desde la obtención de la lana hasta tener la manta hecha y en consecuencia su precio era muy alto. Este ha sido el principal motivo de la desaparición de los batanes.
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